Nino Bravo: Una voz de leyenda

Plásticos a 45  [07/10/2011]

Ocurrió en un caluroso verano de 2002, con el sol infernal azotando los tejados de La Habana Vieja -visibles desde mi privilegiado puesto de observación en la tranquila piscina del hotel- y la agradable compañía de un refrescante mojito en uno de esos instantes de felicidad en los que uno quisiera tener la habilidad de poder parar el tiempo. En el hilo musical, los últimos éxitos de Los Van Van, Osdalgia y José Luis Cortés NG La Banda se mezclaban hábilmente con los grandes clásicos de la música cubana poniendo al ritmo de salsa, son y boleros las mejores notas para una banda sonora única e irrepetible.

De repente se hizo el silencio. 10 segundos… 15… 20… 30… 1 minuto… 3… 5… Algo fallaba. La ausencia de música se estaba haciendo insoportable hasta que, rompiendo inesperadamente la pauta programada, comenzó a sonar una melodía que me resultó familiar desde sus primeros compases. La voz, inconfundible, no lo era menos: Tiene casi veinte años y ya está cansado de soñar, pero tras la cementera está su hogar, su mundo, su ciudad… Ahí estaba, sonando a 7.500 kilómetros de distancia, la voz atemporal y única de uno de los mejores embajadores que ha tenido y siempre tendrá la música española. ¡Nino Bravo! ¡Qué grande! Confieso que jamás he sentido tanta emoción al escuchar una de sus canciones como en ese momento en el que fui capaz de descubrir que su arte no se olvida ni al otro lado del Océano Atlántico. Fue ese mismo día cuando me quedó claro que Nino vivirá eternamente en el recuerdo de todos los que amamos la música bien hecha. Y desde entonces, ya no he tenido ninguna duda.

Discos recopilatorios, homenajes y hasta un espectáculo musical son los encargados de mantener vivo el legado de Nino Bravo durante estas semanas en las que se cumplen 42 años del arrollador éxito de “Te quiero, te quiero”, la primera canción de su carrera en lograr una popularidad inmensa durante aquel histórico verano de 1969. Luego vinieron otras más, como “Esa será mi casa”, “Voy buscando”, “Un beso y una flor”, “Puerta de amor”, “Mi tierra”, “Cartas amarillas”, “América, América”, “Libre” o “Noelia”, composiciones inolvidables repartidas en cinco discos largos que ya forman parte de la banda sonora de nuestra vida. Pero lo que está claro es que esa colección de temas marcó un antes y un después en la música de nuestro país al crear ilusiones y conseguir la admiración de millones de personas por su calidad y expresividad en directo.

Sin embargo, el fenómeno perdió su exclusividad española cuando numerosos países de habla hispana comenzaron a mostrar su interés por Nino, en parte alimentado por los triunfos y buenas críticas recibidas tras la participación en varios festivales repartidos por todo el mundo. El éxito internacional trajo como consecuencia su reconocimiento más allá de nuestras fronteras, pero también dio lugar a algunas situaciones curiosas con las que el cantante jamás habría estado de acuerdo, como en el caso de Chile, donde el régimen de Augusto Pinochet se apoderó de “Libre” para usarlo como uno de sus himnos nacionales, a pesar de ser ésta una canción sin ningún tipo de significado político. México, Colombia, Venezuela y Argentina son algunos de los muchos países que recuerdan con una emoción especial la carrera de este valenciano universal.

Indudablemente, Nino es para la música ligera española lo que Camarón significa para el flamenco, Bob Marley para el reggae o Elvis Presley para el rock’n’roll: una auténtica leyenda y el claro ejemplo a seguir por imitadores que han tratado de copiar su estilo sin conseguirlo. Nino Bravo sólo hay uno y continuará siendo único aunque pasen otros 41 años. Debido a la inusual potencia de su voz, cuentan que tuvo serias dificultades para grabar “Noelia” por culpa de la distorsión que siempre se producía al gritar el nombre en la parte final de la canción. Los técnicos se veían obligados, una y otra vez, a situar el micrófono a una distancia considerable sin obtener resultados porque la intensidad era tremenda. Costaría lo suyo, pero al final se grabó una emblemática canción que curiosamente dio origen a una auténtica avalancha de bautizos con el nombre de Noelia en 1971. Así era Nino, un fuera de serie.

Jamás hubiese imaginado aquel joven aprendiz de joyero, bautizado en 1944 como Luis Manuel Ferri Llopis, su influyente repercusión musical y muchísimo menos el fatídico e inesperado destino que le aguardaba en una traicionera curva localizada en el término municipal de Villarrubio aquel lamentable 16 de abril de 1973. Ese día, acompañado por el guitarrista José Juesas y el Dúo Humo con los que acababa de comenzar una nueva etapa como representante, el recién estrenado BMW conducido por el cantante se salió de la carretera dando varias vueltas de campana. Tras las primeras atenciones recibidas en un pequeño hospital de monjas en Tarancón, Nino Bravo perdía la vida durante un urgente traslado en ambulancia a Madrid. Tenía 29 años y se encontraba en el punto más alto de una imparable trayectoria musical.

Como en otros tantos casos, la carretera acabó con una vida cargada de sueños, ilusiones y proyectos. En sus planes más inmediatos destacaban viajar a Tokio para promocionar sus temas, preparar una versión en alemán de “Voy buscando”, volver a grabar “América, América” para mejorar la toma con la que no estaba plenamente satisfecho y realizar una ambiciosa gira por Latinoamérica. Su disco póstumo, estrenado con las diez canciones que dejó terminadas antes del accidente, logró superar la cifra de 90.000 copias, todo un record teniendo en cuenta el volumen de ventas de la época.

Hoy, todos seguimos recordando con absoluta emoción a Nino Bravo. El museo que lleva su nombre en la localidad que le vio nacer, Aielo de Malferit, ofrece un completo recorrido por su vida y obra con la mayor colección de recuerdos pertenecientes al cantante; la población conquense de Villarubio organiza con frecuencia sentidos homenajes para no olvidar que fue aquí mismo donde se convirtió en leyenda; en distintos puntos de España continúan inaugurándose placas, calles, bustos y plazas dedicadas en su honor… pero el mejor tributo que todos podemos rendirle en este momento es buscar alguna de sus míticas canciones, relajarnos y disfrutar sin prisas de su inconfundible y maravillosa voz.

Cualquier lugar es bueno para recordar a Nino Bravo y dejarnos invadir por los los agradables sentimientos que provoca su música. Pero, además… si tenemos la suerte de hacerlo tumbados bajo el abrasador sol de Cuba, a 7.500 kilómetros de distancia, con La Habana vieja a nuestros pies y un delicioso mojito en la mano… pues ya ni os cuento.

Julio Jesús Tébar


3 Comments

  1. Excelente articulo, Me encanta. Todos los contenidos que hay publicados en Plasticosa45 son de altísima calidad, Enhorabuena Julio Jesús Los que colaboramos de vez en cuando en la pagina aportando algún articulo nos supone una gran responsabilidad y siempre nos queda la duda de «si podemos estar a la altura» para dar continuidad a contenidos tan bien elaborados y sobre todo el entusiasmo y dedicación que cada uno de ellos emana.

Los comentarios están cerrados.