Aquel inolvidable concierto de ZZ Top en Las Vegas

Un artículo de Primitivo Fajardo. 

De todos los conciertos a los que he asistido a lo largo de mi afortunado paseo por el planeta Tierra –y han caído unos cuantos desde la inocente juventud–, uno de los que más he disfrutado en la madurez ha sido el que dio hace diez años, el 6 de marzo de 2014, en el hotel Hard Rock de Las Vegas, la famosa banda estadounidense de blues, rock sureño y rock duro ZZ Top, formada por el guitarrista y cantante Billy F. Gibbons, el bajo, teclista y cantante Dusty Hill y el baterista Frank Beard. El legendario grupo es archiconocido por sus excelentes composiciones, por su caña en directo y porque Hill y Gibbons siempre lucieron en sus actuaciones gafas de sol, sombreros y unas larguísimas barbas pelirrojas. Frank Beard rompía la línea usando sólo bigote, quizás porque ha llevado la barba en el apellido toda la vida.

De tal guisa, mimetizados con la fisonomía característica de los músicos titulares, me presenté en la gala del Hard Rock, junto a otros compañeros de la prensa, es decir, imitando su seña de identidad estética y artística sobre el escenario, donde los dos vocalistas actuaron uniformados con sus habituales chupas de azul eléctrico o negro con strash y bordados en vivos y floridos colores, que parecen sacados de un mantón de Manila. Se cambiaron de indumentaria durante la actuación y lo mismo hicieron con las guitarras y bajos, tocándose con sendos sombreros de dispar forma y color beige, calzando Hill botas vaqueras negras de diseño puntiagudo con líneas de fuego blancas y Gibbons sencillos zapatos negros. El rubio Beard se distinguía con su camiseta negra sobre la plataforma de percusión, cuajada de bombos y tambores con calaveras plateadas en semirrelieve.

El origen de ZZ Top

Una curiosidad, antes que nada. Siempre me pregunté por las distintas maneras de pronunciar el nombre de la banda, porque esto va según latitudes y lenguas. Resulta que en el mundo hispanohablante decimos «zeta zeta top», a pelo y sin remordimientos, remarcando las zetas como latigazos, pero allí me encontré que los anglosajones del otro lado del charco y otros políglotas cursis pronuncian «si si tap», con el sibilino siseo del áspid; y el colmo es que los británicos puristas y los afectados levemente de estreñimiento dicen «sed sed tap», tono que suena disruptivo y juega al despiste. En fin, allá cada cual. Esta disquisición nunca ha afectado a la solidez del grupo, ni a sus componentes, ni a su excepcional música.

En todo caso, habría que preguntarse, más que por la pronunciación, por el origen de tan extraño título. ¿Por qué se llama de una forma tan extravagante, críptica y anómala esta banda, tan original para la época, si se quiere? ¿Qué significan las zetas y qué refiere la palabra Top? Pues, muy sencillo. Esto es cosa de Billy Gibbons, quien puso en marcha el grupo con 20 años de edad, contando con su compañero de colegio Frank Beard. A ellos se unió poco después Dusty Hill, con quien contactó Beard para cuajar la formación en Houston (Tejas). hecho fundacional que ocurrió el último día del año 1969.

Gibbons buscaba algo original para bautizar al trío que quería formalizar y le gustó lo de la doble zeta al ver un póster del cantante afroamericano de blues de los años 70 ZZ HillArzell J. Hill, fallecido en 1984–, y pensó usarlo añadiendo a la grafía ZZ la palabra «King», en referencia al famoso músico y también cantante de blues BB King, al que Gibbons admiraba. Pero, tanto el nombre escrito como la sonoridad tan parecida entre BB King y ZZ King (pronunciados en «espiquinglis» como «bi bi kin» y «si si kin») le causaron dudas razonables porque tanta similitud podría dar lugar a confusiones. Finalmente, tras sopesar cabalmente las opciones, a Gibbons se le encendió la bombilla en una diatriba mantenida consigo mismo tras la cual proclamó sin aspavientos y sin que le temblara el pulso la siguiente sentencia: «Vamos a ver, “King” es el mejor y está en el “top”. ¡Pues, ya está, nos llamaremos “ZZ Top”».

Debo avisar, a quienes no estén al día de los aconteceres del mundo rockero, que siete años más tarde de aquel espectacular concierto celebrado en 2014 en la ciudad de Las Vegas, 52 años después de la fundación de la banda, concretamente el 28 de julio de 2021, la espichó con 72 años de edad uno de sus miembros. Se fue de este valle de lágrimas, de pronto y sin venir a cuento, Joe Michael Hill, alias «Dusty» Hill, lo que resultó un verdadero mazazo para los fans de ZZ Top, entre los que soy, desde muy joven, una cuenta más –amarillenta ya por la edad– del inmenso collar de perlas que conforma sus fanáticos seguidores, que se cuentan por millones (de su muerte –y de su vida– dejo constancia al final de estas líneas).

El hotel del rock duro

Cuando asistí al concierto en el hotel-casino Hard Rock, éste era un establecimiento modesto, con 11 plantas y algo más de 500 habitaciones y suites. Y digo «modesto» para la órbita del gigantismo de Las Vegas, es decir, comparándolo con los mastodontes del alojamiento en esta megaurbe, que oscilan entre las 1.000 habitaciones y las 5.044 del más bestia y famoso, el MGM Grand (Metro Goldwyn Mayer), que con 30 plantas se va a las 7.000 si contamos las suites, lofts y villas. Y he dicho «era» porque dos años después de la actuación de ZZ Top fue vendido el local y en febrero de 2020, justo antes de la pandemia y tras 25 años de historia, se despidió del mundanal ruido musical y turístico porque cerraba las puertas al público con una fiesta que duró cuatro días.

El motivo es que el hotel había sido adquirido por Virgin Hotels, propiedad del magnate Richard Branson, e iba a iniciar una nueva andadura; por supuesto, alejado de la música que le dio su bien ganada fama. La buena noticia es que los indios Seminolas del estado de Florida, que deben tener el dinero por castigo, compraron en 2021 el hotel Mirage, en pleno Strip –la almendra central de la ciudad–, que lleva casi veinte años con el espectáculo «Love», del Circo del Sol, dedicado a los Beatles, y lo van a transformar para incorporarlo a la cadena Hard Rock. Para ello, levantarán en el recinto del Mirage otro impresionante edificio de 35 plantas, 638 habitaciones y 137 metros de altura con forma de guitarra, el icono tradicional de los establecimientos de la marca, que será similar al Seminole Hard Rock inaugurado en 2019 en Hollywood, cerca de Miami y Port Lauderdale, donde, por cierto, tocarán los ZZ Top el 10 de marzo de 2024 (por si alguien quiere hacer doblete y ver a los rockeros y a Micky Mouse).

Cuando yo estuve en 2014, para compensar su modestia de hotel «boutique» dedicado temáticamente al mundo del rock –los tiradores de las puertas acristaladas tenían forma de guitarra de metal de casi medio metro–, el Hard Rock, que se identificaba desde la distancia por una enorme Fender Stratocaster de neones, estaba ahíto de recuerdos originales de bandas y solistas legendarios: vitrinas repletas de guitarras y bajos, vinilos, fotos, carteles, vestimentas de famosos, baquetas, teclados, baterías, dioramas y diversos objetos personales que pertenecieron a artistas actuales o ya desaparecidos como Elvis Presley, Eric Clapton, Michael Jackson, Elton John, Prince, Queen, Kurt Cobain, Mick Jagger, Jon Bon Jovi, Otis Redding, Sid Vicius, Ringo Starr, Britney Spears, Katy Perry, Lady Gaga, Beyonce, The Cure, Inks, los Beatles y otros más.

Albergaba el recinto un auditorio de dimensiones teatrales perfectas para ser uno de los santuarios monumentales dedicados a la música moderna en la ciudad del pecado, The Joint, donde vi a ZZ Top, pero también actuaron, desde la inauguración del hotel en 1995, los Rolling Stones, Bob Dylan, Coldplay, Guns N’Roses, Kiss, David Bowie, The Killers, Alicia Keys, Snoop Dogg, Nine Inch Nails, Mötley Crüe, etc. En la habitación 658 apareció muerto el 27 de junio de 2002 el bajista de los Who, John Enwistle. Como atractivo añadido contaba el hotel antes de echar el cierre con una gran piscina donde se llevaban a cabo los domingos fiestas rockeras a las que acudían miles de entregados a la causa del rock para escuchar música en directo.

Un concierto «privado»

El concierto que en 2014 dieron en el Hard Rock los grandísimos rockeros de ZZ Top, del que fui privilegiado testigo, era «privado» –todo lo privado que puede ser una fiesta para un millar de personas–, y fui invitado por la compañía Terex Corporation, cuyo presiente era entonces Ron DeFeo, que contrató a la banda de Tejas para amenizar la fiesta nocturna a su clientela y a los distribuidores de sus marcas, a los que antes de la actuación musical largó desde el escenario una breve arenga de agradecimiento por los consolidados resultados económicos de la actividad comercial en el nuevo continente y les animó a seguir en el futuro por la senda del crecimiento.

El fiestón de los ZZ Top fue de los que hacen época, algo extraordinario que no sabría definir sino como una gran juerga, lo que, por otra parte, es norma general no escrita –lo de pasarlo bien– pero sí impresa en la mente de quienes viajan por ocio o negocio hasta aquella atractiva tierra del estado de Nevada, bautizada con el nombre de Las Vegas hace casi dos siglos, en 1829, por el aventurero español Antonio Armijo, quien buscando una senda desde Tejas a Los Ángeles halló este oasis verde en medio del desierto; si bien, no sería fundada la ciudad hasta 1905 con la llegada del ferrocarril de la Union Pacific desde Salt Lake City.

No era la primera vez que Terex montaba un sarao de esas dimensiones. En 2008, cuando tirábamos con pólvora del rey y le echábamos de comer «Miguelitos» a los esnáuceres, nueces de macadamia a los peces de colores y cervatillos vivos a las pitones albinas, la compañía me invitó en Las Vegas a otro conciertazo espeluznante, esta vez en el hotel Mandalay Bay (43 pisos, 3.309 habitaciones), que alberga uno de los acuarios más grandes del mundo, cuajado de especies de todo pelaje y con un reducto especial para amantes de la música, la Casa del Blues, en la que recala con asiduidad y su portentosa guitarra el cantante Santana, residente en la ciudad.

El artista al que me refiero, que ofreció una actuación musical inolvidable en este hotel, es el gran Lionel Richie, veterano cantante de inigualable talento que a mí especialmente siempre me ha emocionado, cuya discografía nunca ha perdido vigencia. A él le dediqué un «Todos a la pista» en 2022 porque ese año le dieron el «Premio Gershwin a la Canción Popular», que otorga la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos, y el premio «Icon», en los American Music Awards.

Los extraordinarios ZZ Top

Las fotografías que hice durante el concierto de ZZ Top y se reproducen junto a estas líneas dan buena cuenta del sarao, así como el vídeo de 7 minutos que grabé previendo que se acercaba a término el concierto y por tener unas imágenes «en vivo» de recuerdo. No son buenas porque las hice a salto de mata y con la cámara de fotos compacta que llevo siempre en el bolsillo, y el sonido del vídeo, tomado desde el gallinero del anfiteatro, es manifiestamente mejorable. Tampoco son testimonios que hagan justicia a lo vivido porque sólo reflejan momentos sueltos para el recuerdo mínimo, sin el extraordinario hálito que me impulsó a inmortalizarlos. Es una pena que las emociones del momento que retiene la memoria no se puedan reproducir después, al igual que tampoco se puede aprehender más que en la retina el aire tibio y cárdeno de un crepúsculo tropical, ni retener el abrazo de un amor imposible que huye, ni mantener seca la mano del agua que con incontenible fuerza hidráulica mana sempiterna y fría del manantial.

Los músicos de ZZ Top proyectaron en pantallas fotos y videoclips de sus primeros tiempos, de anteriores actuaciones y de rockeros míticos como Jimmy Hendrix, y generaron en aquella actuación una energía tremenda, cargada de electrónica y sintetizadores, y yo me preguntaba cómo era posible que tres tíos solos, con una sencilla puesta en escena, sin alharacas ni grandilocuencias, pudieran crear tal tormenta tropical, capaz de arrasar al público y destrozar vidrios y diapasones. Impresionante su música y espeluznante el sonido gracias a la excelente acústica de cámara anecoica del recinto, que lo hacía envolvente, abrumador y puro.

Dusty Hill machacaba el ambiente marcándose «shuffles» con el bajo y aporreando el aire tibio con su voz candente y grave; Frank Beard, erguido sobre la arquitectura de necrópolis de su batería, sacudía estopa a membranas, platillos y pedales; y Billy Gibbons, maestro del «slide» y habilidoso con los «double stops» –tocar dos notas al unísono pero en cuerdas adyacentes–, sacudía riffs a diestro y siniestro, además de acariciar con su voz los micrófonos, mimetizados para la ocasión como chimeneas cromadas de tráiler americano.

Tres genios del blues y el rock

Siempre me había preguntado cómo es posible, ocupando la guitarra eléctrica el eslabón más alto en la cadena trófica de la jerarquía instrumental de la música rock –guitarra, bajo, batería, teclado, etc.–, que un bajista como Hill pudiera competir en intensidad y potencia con la guitarra salvaje de Gibbons; cómo podía aguantar con su bajo sin merma alguna la distorsión voluntaria del instrumento del líder de la banda, el llamado «sustain» –efecto que permite mantener una nota de manera indefinida en el tiempo–. En aquel concierto lo averigüé de manera empírica en mis oídos, que es como se entienden las cosas. El virtuosismo de Dusty era prodigioso, capaz de amplificar con su empeño las frecuencias más graves del bajo para epatar con el tono subido de Gibbons y soltando al escenario canciones envueltas en el celofán de su magia. Qué maravilla, qué fieras, qué habilidad sobrehumana la de ambos maestros para exprimir sus guitarras y bajos.

El propio Hill desveló su secreto cuando hace veinte años, en una entrevista para la radio, dijo: «Mi sonido es grande, pesado y un poco distorsionado porque tiene que superponerse a la guitarra. Alguien me pidió una vez que describiera mi tono y le dije que era como tirarme un pedo en un bote. Lo que quise decir es que es crudo, pero tienes que tener el tono ahí». Escatológico, sí, pero sincero y descriptivo a tope.

Los guiños de los músicos durante el concierto del hotel Hard Rock fueron constantes y muy aplaudidos, y su soltura en el escenario, cualquier gesto atípico, producía efectos hilarantes en el público. Acercándose la fiesta al final, andaba yo grabando con la cámara de fotos desde un palco y vi que Gibbons sacaba un purito y se lo ponía en el morro –en Las Vegas, salvo en los casinos, está prohibido fumar en lugares cerrados–. Seguidamente, hizo una señal –esto se ve en el vídeo– y un técnico entró en el escenario con toda naturalidad echándose la mano al bolsillo, sacando un encendedor y prendiéndole el truja, mientras el artista seguía tocando. En la primera bocanada de humo que soltó el guitarrista iba escrita la necesidad de tomarse un «respiro», mientras yo me temía que en un descuido una pavesa incontrolada le incendiara la frondosa y larguísima barba.

Los tres artistas interpretaron sus grandes éxitos rescatando en algunos el aroma setentero que los lanzó a la fama y encauzó al trío hacia el estrellato en los años 80. Temas como «La Grange», «Dipping Low (In the Lap of Luxury)», «I’m bad, I’m nationwide», «Tush», «Thunderbird», «Viva Las Vegas», «Gimme all your lovin’», «Bad girl», «Sharp Dressed man», «I got the six», «Can’t Stop Rockin’» y otros de su nutrida colección de álbumes, conformaron un concierto fuera de serie, donde se notó la influencia de nuestro idioma en el estado de Tejas, patente en la banda a lo largo de las décadas, por lo que parte de su repertorio fue en español: «Tejas», «Tres Hombres», «El Loco», «Degüello», «Mescalero», «Fandango», «Río Grande»

Lo mejor de la banda de Tejas

Estos temas y cortes de su última aportación al mercado antes de la desaparición de Hill, el álbum «La Futura», de 2012, su decimoquinto disco de estudio y su primer trabajo después de varios años de ausencia, nos hicieron disfrutar de lo lindo a la parroquia entregada al bailoteo disparatado a pie de escenario o en las gradas ante la dignísima presencia de estos estrellones. Nos lo pasamos fenomenal, como digo, y nos reímos sin parar disfrutando como niños imitando las posturitas de los veteranos rockeros, dando cabezazos en el aire, haciendo riffs con nuestras guitarras imaginarias y, cuando la cosa se ponía a huevo, arrimando cebolleta a las chicas.

Para mi gusto, el disco más significativo y exitoso de la anchurosa carrera de medio siglo de ZZ Top, con una cosecha de 26 en total, entre estudio, directos y recopilatorios, es «Eliminator», de 1983, con el que reforzaron su fama en los años 80 y del que vendieron unos 17 millones de copias, gracias a tres de sus mejores temas: «Gimme all your lovin’», «Legs» y «Sharp Dressed Man». También el álbum «Afterburner», de 1985, contribuyó a certificar su calidad con un estilo más cercano al rock electrónico, y lo mismo con «Recycler», de 1990.

El último álbum de ZZ Top, lanzado en julio de 2022, tras la muerte de Dusty Hill, se titula «Raw» y rinde homenaje a sus raíces, siendo un conmovedor tributo al bajista fallecido. Las canciones de este álbum y las de los ya mencionados harán sentir a cualquier espíritu sensible al arte sonoro con talento que ZZ Top es una de las mejores bandas estadounidenses de rock de la historia, habiendo logrado en su medio siglo de viaje montañas de discos de oro y platino y vendido en este tiempo –hasta la muerte de Hill en 2021– unos 60 millones de álbumes.

La banda ha sido nominada a tres premios Grammy: en 1983, a la mejor interpretación de rock por el álbum «Eliminator»; en 1986, en la misma categoría por el álbum «Afterburner»; y en 2020, a la mejor película musical por «That little ol’ band from Texas» («Esa pequeña banda de Texas»). Su popularidad fue tal en los 80 que hasta hicieron un cameo en la tercera entrega de la saga «Regreso al futuro», junto a Michael J. Fox, y hemos podido verlos con Homer en la serie de Los Simpson. ZZ Top ingresó en el Salón de la Fama del Rock and Roll en el año 2004.

El prostíbulo que impulsó la carrera de ZZ Top

Todo esto no hubiera sido posible sin el tema que realmente dio una enorme popularidad a los rockeros, «La Grange», del disco «Tres hombres», de 1973, que tuvo un enorme éxito comercial y fue posteriormente utilizado o sampleado por otros grupos. Se trata de una bomba de decibelios de lo más cañera y pegadiza, con un ritmo endiablado y sugerente que rinde homenaje al «Chicken Ranch», un burdel en las afueras de la ciudad de La Grange (Tejas), abierto hacia 1905 a orillas del río Colorado por Jessie Williams, más conocida como Miss Jessie. Su pujante negocio atraía a viajantes de comercio, hombres de negocios, trabajadores de los campos petrolíferos, políticos y hasta legisladores, gente poderosa que muchas veces era invitada por Miss Jessie.

Dusty Hill se «estrenó» en el mítico lupanar. Así lo confesó un día: «Fui allí cuando tenía 13 años. Muchos chicos en Tejas, cuando llegaba la hora de ser un hombre, iban allí y lo hacían. Los padres llevaban a sus hijos». Y Billy Gibbons se inspiró para las canciones del álbum «Tres hombres» en esa costumbre local: «Creciendo en Tejas había dos requisitos para la virilidad: tenías que visitar La Grange y tenías que ir a la frontera mexicana. De alguna manera, con el disco, capturamos a ambos en un solo viaje».

Sin embargo, el lanzamiento de la canción en el 73 y su inmediato éxito centró el colimador de la opinión pública de la época sobre ese pueblo pequeño y conservador que albergaba en su proximidad tan destacado putiferio, regentado entonces por Edna Milton, Miss Edna. Tanta fue la presión social que la mojigatería de las autoridades lo clausuró tres meses después de la salida al mercado del disco, lo que molestó mucho a Dusty Hill, que consideraba una injusticia que se chapara «un negocio casi centenario». Desde luego, nunca volvió el puticlub a abrir sus puertas.

A mí, sinceramente, no me parece que la letra sea para montar un escándalo, pero lo importante es que se trata de la canción que cimentó un lugar en la historia del rock para tres hombres de Tejas conocidos como ZZ Top, que le dieron tanta fama al local que hasta se creó una obra en Broadway, en 1978, y, en 1982, una adaptación cinematográfica: «The best little whorehouse In Texas» («El mejor prostíbulo de Tejas»), protagonizada por Dolly Parton. No digo más, en la actualidad se está levantando en Las Vegas un nuevo hotel llamado Chicken Ranch Casino Resort, que se abrirá a lo largo de 2024, y en otros estados americanos el término «granja de pollos» bautiza a dispares negocios, lo que no es de extrañar tratándose de un sustantivo común y corriente. Hasta existe una compañía discográfica en Tejas llamada Chicken Ranch Records.

Como curiosidad diré que la prostitución está prohibida en Las Vegas, y en todo el condado de Clark, aunque es legal en diez de los diecisiete condados del estado de Nevada, en burdeles autorizados con licencia estatal. En el condado vecino, Nye, a un centenar de kilómetros de Las Vegas, existe desde 1976 otro famoso local de alterne con el nombre de Chicken Ranch, heredero del originario de Tejas. Pues bien, en noviembre de 2023, con el debut del Gran Premio de Fórmula 1 en el casco urbano de Las Vegas, esta famosa casa de lenocinio ofreció sexo gratis a los pilotos. Así lo recogió la prensa cuando dos de sus trabajadoras más cualificadas, Addison Gray y Alice Little, afirmaron: «Cualquier piloto que quiera acelerar su corazón y celebrar la F1 conmigo y con Addison recibirá un coito 100% gratuito». Cachislamar, ¿por qué no me haría en su momento piloto de Fórmula 1? Por supuesto, no ha trascendido si hubo voluntarios o cuántos pilotos se acogieron a tan generosa oferta.

Infructuosa caza de estrellas

Volviendo a la actuación de los ZZ Top en el Hard Rock, previamente a ellos ocupó el escenario un grupo telonero, una magnífica banda americana de soul-pop de la que siento no haber apuntado el nombre. Estaba compuesta por diez miembros y en la retina tengo a las dos vocalistas, unas rubias altas y macizas a más no poder enfundadas en leggins que trinaban con buena voz y profesional apostura. Mientras tocaban me recorrí discretamente el recinto buscando los camerinos de los tejanos barbudos. Mi intención era hacerles fotos camino del escenario. ¡Ja!

Vana ilusión, el pasillo de acceso se hallaba vallado por una muralla de carne con ojos y patas, un guripa negro de dimensiones gorilescas trajeado como un hampón que protegía las puertas de acceso con un walkie talkie en la mano, como si le hiciera falta pedir ayuda… Cuando me vio rondando el vestuario de los divos con la camarita en la mano, apretó con fuerza su portentosa musculatura, tensionó su mandíbula cavernaria y, cuando le mostré mi acreditación de prensa, me fulminó con su fiera mirada de velocirraptor. Salí de allí pitando como el Correcaminos, bip, bip.

Refractario al fracaso, volví a intentarlo una vez finalizado el concierto, cuando el trío protagonista abandonó el escenario en compañía de un chucho alegre y saltarín. Le pedí al responsable de márketing para Sudamérica de Terex que tratara de colarnos en el backstage del teatro a los tres periodistas españoles para tener nuestro minutito de gloria con los artistas y hacernos un selfi, ya que íbamos disfrazados con su estética rockera. Me miró el tío con desconfianza y cara de póker, como si le estuviera pidiendo la llave de la vitrina blindada que exhibe la pepita de oro del cercano hotel Golden Nugget, que pesa 27 kilos.

Meneando la cabeza con conmiseración accedió al caprichito y en pos del camerino nos cruzamos con unos cazadores de selfis y autógrafos que regresaban derrotados de su intento… Efectivamente, no pudimos ni acercarnos a los músicos. Nos dimos de bruces con el musculitos que protegía a los artistas de la marabunta y, ante la imposibilidad de cumplir mi sueño, desistimos de tal honor y regresamos tan campantes al bar. Allí se hacinaban los demás colegas y proseguimos la fiesta hasta altas horas de la madrugada con la música de un DJ marchoso que se marcó una magistral sesión discoteca pinchando lo mejorcito del funky de siempre.

La muerte de Dusty Hill

Dusty Hill, según todos los que le conocieron, sus compañeros Beard y Gibbons los primeros, era un tipo genial, bonachón, talentoso y entregado a la causa de la música rock en cuerpo y alma. Nadie he encontrado que afirmara cosa distinta. Era un optimista recalcitrante que pensaba que «pasar el tiempo agonizando por el pasado, al final te golpea mucho psicológicamente». No se arrepentía de nada de lo hecho durante su vida y era de los de «a lo hecho, pecho», aunque afirmaba que si pudiera empezar de nuevo «hay cosas que haría de manera diferente, o no haría en absoluto». Como todos. También pensaba que siempre es mejor tirar para adelante que mirar hacia atrás: «Creo que la vida está ahí para que la agarres y seas positivo. Sólo busca lo bueno en todas partes. Si caminas esperando que suceda una mierda, entonces sucederá».

Murió el artista sin enterarse, durmiendo en su cama, aún no está clara la causa. Y Gibbons y Beard le dedicaron un último adiós tres días más tarde en un concierto de la gira que acababan de emprender, gira que señalaron como homenaje al compañero caído y festejaba al tiempo esos más de 50 años de actividad de la banda de rock y blues fundada por los tres en Houston en el 69. Mucho mérito tiene seguir juntos medio siglo después y, además, haber mantenido casi todo ese tiempo al mismo mánager y productor, Bill Ham –fallecido en 2017–. De hecho, ZZ Top está considerado uno de los grupos musicales más estables de la historia.

Hay bandas más longevas, entre ellas los Rolling Stones, pero no sin cambios en su formación desde el inicio de su carrera. Ahora, ese título pasa a U2, cuyos cuatro fundadores permanecen juntos desde 1976. Al respecto del título de ser la formación original más antigua del rock, Dusty Hill, con un sentido común aplastante y su sorna tejana, afirmaba en 2015 el motivo: «La gente pregunta cómo hemos estado juntos tanto tiempo. Mi respuesta es: autobuses de gira separados. Conseguimos autobuses separados desde el principio, cuando probablemente no podíamos pagarlos. De esa manera siempre nos alegrábamos de vernos cuando llegábamos a la siguiente ciudad». Y añadió: «Una gira puede llegar a ser un foco de conflictos muy serio y estresante, y si no estamos juntos nada más que para la rueda de prensa, si la hay, la prueba de sonido, un ensayo previo y el propio concierto, todo irá bien. No es que nos llevemos mal, para nada. Somos los mejores amigos y nos queremos como hermanos. ¡Precisamente por eso lo hacemos!».

Confesiones de Billy Gibbons

Esa estabilidad se tambaleó tras la muerte de Dusty, cuando unos meses más tarde Gibbons se planteó el futuro de la banda dando a entender a la opinión pública que su fecha de caducidad podía estar próxima, generando con ello un temblor en la industria musical. Por fortuna, fue una falsa alarma porque el líder de la banda confesó, recordando las palabras de Keith Richards –un músico debe morir con las botas puestas– y la figura de Muddy Waters –que, efectivamente, murió con las botas puestas–, que tras el enfrentamiento que tuvo con Frank Beard en 2022 por la palpitante cuestión del futuro que les planteó la desaparición repentina de Dusty, ambos reconsideraron sus posturas y se pusieron de acuerdo en seguir adelante, contratando para sustituir al malogrado bajista a Elwood Francis, experto en guitarras y bajos que había acompañado al grupo en cientos de conciertos durante tres décadas y finalmente ocupó el lugar de Hill a petición de éste en esa última gira, reanudada tres días después de su muerte porque el espectáculo debía continuar.

Billy Gibbons y Frank Beard quisieron preservar el legado de la banda y el deseo de Dusty Hill de que no desapareciera del mapa del rock. Gibbons confesó en una entrevista hace unos meses que se sintió muy afectado por el fallecimiento de su compañero, y dijo que Dusty «andaba en los últimos tiempos algo pachucho, con altibajos y molestias por una lesión en la cadera, pero se recuperaba rápido». Al parecer, la causa fue una caída en su autobús en la gira por EE.UU. de 2014, obviamente después de la actuación en el Hard Rock que estamos comentando. A ello se unió una antigua fractura de hombro que también le fastidiaba. Esas dolencias y otro problema con una úlcera nunca desaparecieron y aumentaban en especial en las largas giras mundiales.

No fueron éstos los únicos problemas de salud que tuvo Dusty –esto no lo dijo Gibbons, lo digo yo ahora–: en 1984, Hill fue noticia al herirse accidentalmente en el estómago cuando su novia estaba quitándole una bota en la que llevaba oculta una pistola Derringer que cayó al suelo y se disparó –en esa época el grupo había recibido amenazas anónimas–. En 2000 le diagnosticaron hepatitis C y se retiró durante un par de años para recuperarse, y algo similar le ocurrió en 2007, cuando le diagnosticaron un tumor en un oído que, por fortuna, fue benigno y no le dejó secuelas.

Nada se ha sabido hasta el momento sobre la causa real de su muerte, pero yo dudo que tuviera relación con sus problemas con la cadera. Gibbons dijo que Hill aguantó bien los ensayos de una semana para la gira de 2021 que estaban preparando: «Dusty no estuvo realmente mal hasta que llegamos a la primera actuación. Pasamos la velada, pero me di cuenta que no estaba al cien por cien. Tocó en el segundo concierto de la gira y luego me dijo: “Chico, este hombro y la cadera están empezando a ser un problema”. Finalmente, decidió dejarlo: “Me gustaría ir al médico para ver si podemos solucionar lo que me tiene contra las cuerdas”. Le contesté: “Oye, tío, la salud es lo primero”. Volvió a Houston y concertó una cita con el médico. Esa noche en su casa se fue a dormir… y se apagaron las luces. Fue totalmente inesperado».

Dusty, un genio emblemático

El mismo 28 de julio, los compañeros de Hill se lo comunicaron a sus fans en el «feisbu»: «Estamos tristes por la noticia de que nuestro compadre, Dusty Hill, ha fallecido mientras dormía en su casa en Houston, TX. Nosotros, junto con las legiones de fans de ZZ Top en todo el mundo, echaremos de menos su firme presencia, su buen carácter y el compromiso duradero de proporcionar su monumental fondo a los “Top”. Siempre estaremos conectados a ese “shuffle de blues en C” [ritmo utilizado en estilos como el blues, rock clásico, R&B, fusión y jazz]. Te echaremos mucho de menos, amigo. Frank y Billy».

Otros músicos enviaron sus condolencias a la banda, como el guitarrista de Kiss, Paul Stanley: «Era tan único… Siempre fue un caballero, desde los días en que los teloneábamos hasta los últimos días en que ellos lo hicieron para nosotros. No sé qué decir, pero gracias, y descansa donde quiera que estés». El bajista de Red Hot Chili Peppers, Flea Michael Peter Balzary–, lamentó su pérdida: «Me encanta Dusty Hill, es un verdadero rockero». Y el líder de Whitesnake, David Coverdale, describió a Hill como un «alma hermosa».

En España, otros artistas elogiaron al difunto bajista. Por ejemplo, Julián Hernández y Óscar Avendaño, miembros de Siniestro Total, lamentaron en redes sociales su pérdida, al tiempo que recordaban que en el estudio donde los rockeros grabaron «La Grange» en el 73, lo hicieron ellos también años después. Avendaño dijo que le ofrecieron el bajo de Dusty Hill para grabar, pero que sonaba tan metálico que lo descartó por completo.

En el reino de las leyendas del rock

Rememorar ahora a ZZ Top y escribir sobre ellos y la muerte del gran bajista surgió hace poco, después de grabar la sección «¡Todos a la pista!» en el programa «Plásticos a 45» de Radio La Roda, que dirige mi buen amigo y experto musicólogo Julio Jesús Tébar. Los recuerdos de aquel concierto de 2014 en Las Vegas me hacen sentir ahora más honda la pena por la marcha de Dusty Hill, nacido el 19 de mayo de 1949 en Dallas (Tejas), casado en 2002 con Charleen McCrory y con una hija de un matrimonio anterior, Charity Hill. Su herencia, según el registro oficial americano del patrimonio de celebridades, se cifra en unos 60 millones de dólares, fruto de sus giras, venta de productos de promoción, acuerdos de patrocinio y derechos de autor.

Como ya he señalado, su vacío en el bajo lo ocupó Elwood Francis, que ha sabido llenarlo con profesionalidad y mimetismo porque incluso se ha dejado crecer la barba para emular a Hill y epatar con Gibbons; la diferencia es que a Francis le ha salido la pelambrera blanca del todo. Lo que no le resta méritos como digno sucesor del legendario bajista para participar en la gira europea de ZZ Top anunciada el pasado diciembre, tras actuar cinco días seguidos en el hotel Venetian de Las Vegas. La gira de conciertos por Europa recorrerá durante tres semanas, del 28 de junio al 16 de julio de 2024, nueve países, entre los que lamentablemente no figura España. Por si a alguien le interesa asistir, son estos: Suecia, Noruega, Dinamarca, Alemania, Austria, Países Bajos, Francia, Reino Unido y Suiza. Hacía un lustro que la banda no pisaba los escenarios del viejo continente.

Termino diciendo de Dusty Hill que siento mucho no haberle conocido cuando tuve la oportunidad. El bajista partió en 2021 camino de la laguna Estigia para abordar la barca de Caronte pagando el óbolo al barquero de Hades, encargado de guiar las sombras errantes de los difuntos recientes de un lado a otro del río Aqueronte, frontera entre la tierra de los vivos y el mundo de los muertos. Dicen que en la travesía iba templando su armonioso bajo.

El inigualable Joe Michael Hill, alias Dusty Hill, bajista, cantante y fundador de ZZ Top, uno de los genios de la música más emblemáticos de una de las bandas más emblemáticas de la historia de la música, ocupa ya por derecho propio el puesto eminente que su relevante figura merece en el inmortal reino de las leyendas del rock.

Fotografias del concierto en Las Vegas y texto: PRIMITIVO FAJARDO