Murió el cantante Tommy Lara

Un artículo de Primitivo Fajardo.

«Lo que te voy a contar no puedes decírselo a nadie», me dijo hace unos años el cantante Tommy Lara cuando le hice una pregunta en el almuerzo del grupo de amigos al que ambos pertenecíamos, autodenominado «Corujones», que recientemente se reunió para despedirle, porque el pasado 12 de mayo falleció de una insuficiencia cardíaca a los 73 años. Fue enterrado al día siguiente en su pueblo natal, Valdepeñas (Ciudad Real), donde tiene una calle a su nombre.

Tommy Lara era su nombre artístico, pero en realidad se llamaba Carmelo Lara Camacho y había nacido en 1948. Desde muy joven emprendió su carrera artística como cantante de música ligera, que cuajó en los años 60 y 70 como solista y sacando al mercado discos propios de baladas e interpretando canciones de otros autores. Triunfó sobre todo en Sudamérica y especialmente en Costa Rica, donde vivió algunos años.

Cuando regresó a España, a finales de los 70, su estatus se igualaba en fama a cantantes como Camilo Sesto, José Vélez, Juan Pardo, Junior, etc., pero su espíritu lírico como cantautor se vio superado por la nueva ola y decidió dejar a un lado el micrófono y atemperar su impresionante voz de tenor para reciclarse en representante de artistas. Durante muchos años fue la mano derecha de Sara Montiel, además de llevar las carreras de Marujita Díaz, María Jiménez y un montón de artistas patrios de diferentes categorías y géneros musicales a los que se entregó en cuerpo y alma. Hasta el punto de perderlo todo al apostar fuerte por uno que apuntaba maneras pero resultó un fiasco.

Confesiones artísticas

Tommy era un hombre de lo más discreto, serio y profesional, una bellísima persona, muy generoso y con un altísimo sentido del honor. Por eso le costó tanto vencer su reticencia y el lógico recelo inherente a mi condición de periodista para «cantar la traviata» ante la gota malaya de mi insistencia. Apeló a mi discreción y le di mi palabra de no soltar prensa ni bajo tortura. Mi pregunta era sencilla: «¿Qué artista, de los grandes que has representado a lo largo de tu carrera, es el que más canutas te las ha hecho pasar?». «¡Buf!», rebufó profundo. Se lo pensó un segundo y añadió: «Todas», en femenino. «Todas tenían sus cosas, caracteres fuertes, ambiciones y excentricidades, al fin y al cabo eran estrellones», me dijo, refiriéndose a las tres señaladas.

De la conversación saqué en claro dos cosas: que acababa de descubrir el origen de buena parte de los males cardíacos que Tommy padecía, y que en la cúspide de la cadena trófica que llevó los nervios de Tommy al límite de la paciencia se alzaba un ciclón: la cantante y actriz María Jiménez, puro temperamento. Sara Montiel también tenía lo suyo porque era la más grande, pero Tommy la admiraba y eran uña y carne, hermanados por su naturaleza manchega. De hecho, fiel a su palabra y a su honor de artista, Tommy nunca aceptó entrar en las confabulaciones del mundo rosa televisivo ni cayó en la tentación cuando algunos medios de comunicación le ofrecieron una millonada por airear las intimidades de la manchega cuando dejó de ser su representante. Mucho menos tras la muerte de esta, acaecida hace justo nueve años, en 2013, que se incrementó la oferta.

Ligado al mundo militar

¿Y qué decir de Marujita Díaz? Tommy no me tuvo que contar nada. Su fama la precedía y lo vi con mis propios ojos cuando la llevó al Cuartel General del Ejército. Esa fotografía de los dos la hice el 29 de octubre de 2010 en la residencia de oficiales del Regimiento de Infantería Inmemorial del Rey Nº 1, a cuya hermandad de veteranos me honro en pertenecer desde su fundación hace unos años.

Tommy Lara también tuvo sus lazos con el mundo castrense y estaba en posesión de la Cruz al Mérito Militar con distintivo blanco, asistiendo siempre a los actos que organizaba el regimiento, a los que iba acompañado de su hijo Antonio Lara, representante artístico igual que él, y de otros personajes de su amplio catálogo de artistas veteranos o en ciernes. Desde hace muchos años llevaba a la celebración de la fiesta de la Patrona de Infantería y a otros actos militares a cantantes, unos consagrados y otros que progresaban en el mundo de la canción bajo su tutela.

Me acordaré mientras viva de aquel memorable día. Se celebraba el relevo de la guardia con la uniformidad de Carlos III y Tommy apareció con su amiga Marujita asida del brazo. La artista y su representante fueron recibidos por mi amigo el capitán José Román del Álamo, que les acompañó al patio del Palacio de Buenavista y antes de comenzar el primer acto del día, el concierto de la Banda de Música del regimiento, les presentó a las autoridades que presidían el relevo: el JEME y el segundo Jefe del Estado Mayor del Ejército.

Comenzó a sonar la música y, sobrecogidos todos por la solemnidad del momento, con el regimiento en formación, la banda tocando los primeros temas y la expectación de un centenar de invitados, Marujita Díaz –artista hasta la médula– revolucionó el acto. Empezó a inquietarse y, de pronto, ¡zas!, rompió el protocolo, paró a la orquesta, pidió un micrófono y le dijo al director que se dejara de marchas militares y entonara el «Pasodoble de la Bandera», que Marujita domina desde su juventud más desatada y rumbera y ha llevado por España con orgullo como un himno a la patria.

Sin ensayos ni protocolos, cuando al director de la Banda de Música, el teniente coronel José Manuel Mogino, se le pasó el susto y se le evaporaron los sudores del otoño, Marujita comenzó a cantar con su arte insuperable y sus trinos rebotaban en las paredes del palacio seguidos de los acordes de la orquesta. El Tcol demostró gran habilidad y cualidades sobresalientes en el dominio de la batuta coordinando la destreza de la banda con los vaivenes de mariposa de la artista. La diva declamó esas estrofas entrañables del clásico «Banderita española», cuyo estribillo reza: «Banderita tu eres roja/banderita tu eres gualda/llevas sangre llevas oro/en el fondo de tu alma», y el público rompió a aplaudir con entusiasmo y admiración. Fue algo extraordinario. Ni que decir tiene que en el resto de los actos programados ese día, Marujita Díaz encandiló a todo el mundo con su genio y figura.

Homenaje en Radio La Roda

Informé de la muerte de Tommy Lara a mi buen amigo Julio Jesús Tébar, director y presentador del programa musical «Plásticos a 45» en Radio La Roda, y éste improvisó sobre la marcha mientras los Corujones almorzábamos en honor y recuerdo de Tommy, un modesto y entrañable homenaje al artista fallecido relatando sucintamente su trayectoria vital y profesional, mencionando a sus estrellas representadas e ilustrando sus palabras con una de sus canciones. Fue emocionante escucharle.

Julio Jesús Tébar, que durante los últimos treinta años ha tratado con el elenco principal del mundo musical, aquí y allende nuestras fronteras, y tiene infinidad de amigos artistas, conocía a Tommy Lara por haberle entrevistado en un par de ocasiones y con él coincidió en varias entregas de premios y en un concierto de Sara Montiel al que fue invitado por el propio Tommy.

Entierro en Valdepeñas

Tommy estuvo muy ligado a su localidad natal y en Valdepeñas organizó numerosos festivales benéficos a los que llevó a grandes artistas. Gracias a él, en las fiestas del vino actuaron grupos y solistas de grueso calibre, como Alejandro Sanz o El Último de la Fila. Comprometido con el pueblo, instaló un par de tiendas de música, impulsó el lanzamiento de Tele Valdepeñas, fue vicepresidente de la Cofradía de Nuestro Padre Jesús Caído y María Santísima de la Esperanza y, cuando el club de fútbol local estaba a punto de desaparecer por los problemas económicos que atravesaba, Tommy intervino en el rescate con su propio peculio y fue nombrado presidente del C.F. Valdepeñas.

Tanto quería a su pueblo ciudarrealeño que allí fue enterrado hace unas semanas, cuando a mi buen amigo Tommy Lara se le paró el reloj del corazón en Madrid y de nada le sirvió el marcapasos que le sujetaba a la vida. Sus familiares trasladaron sus restos mortales a Valdepeñas y en la parroquia de la Asunción de Nuestra Señora se ofició una misa, tras la cual fue enterrado en loor de multitudes en el cementerio de Nuestra Señora de la Consolación. Emoción añadida, su féretro iba cubierto con la bandera de España.

Se nos fue el gran Tommy Lara, Carmelo Lara, pero nos dejó de recuerdo su bonhomía, sus historias, su impoluta trayectoria profesional, su ejemplar conducta personal y sus baladas y canciones para que le sigamos recordando con el cariño con el que siempre nos correspondió. Descanse en paz el artista que dignificó la canción española allende los mares y en su patria aupó a lo más alto a otros grandes artistas.

Primitivo Fajardo