Viaje nostálgico a los años ochenta

Un artículo de Primitivo Fajardo.

El otro día visité la exposición titulada «Madrid: crónica creativa de los 80», en la Fundación Canal, que está al pie del depósito de agua de la madrileña Plaza de Castilla, maravillosa construcción de 1952 icono de cuantos hemos vivido en el entorno. ¡Qué sorpresas me aguardaban! Y qué nostalgia contemplando lo que no es sino la plasmación física de recuerdos de una época dorada irrepetible en los campos cultural y artístico; recuerdos que a la vez nos descubren los importantes cambios que dieron forma a la sociedad madrileña de entonces, empujada por los nuevos vientos de libertad que trajo la democracia tras la transición.

El comisariado de la exposición, que estará abierta hasta el 20 de agosto (lleva desde mayo), corre a cargo de La Fábrica, y la comisaria es la doctora en historia del arte contemporáneo Ana Berruguete, responsable de PhotoEspaña, que ha contado con la colaboración como asesores en la materia con Javier Astudillo, coleccionista y experto musical, el periodista y escritor Jesús Marchamalo, Irene Arzuaga, especialista en televisión y publicidad, y Pía Ogea, especialista en artes plásticas. El motivo de la muestra, enmarcada en el festival PhotoEspaña 2023, es la conmemoración del 40º aniversario del Estatuto de Autonomía de la Comunidad de Madrid (25 de febrero de 1983), tras implantarse con la democracia el sistema de las autonomías en España.

Se trata de un recorrido coral por aquellos sectores icónicos –música, arte, fotografía, ilustración, literatura, moda, cine, publicidad, televisión, política, etc.– que configuraron el Madrid moderno y cosmopolita que desde los 80 ha llevado a la capital hasta nuestros días. ¡Qué tiempos aquellos!, podríamos gritar viendo la efervescencia creativa de una ciudad que multiplicó exponencialmente su población y su superficie en apenas una década y forjó su propia idiosincrasia en la pluralidad de tanta gente llegada de fuera desde los años 60.

Fechas, rostros y nombres propios

Fechas clave figuran en la muestra a través de una cronología ilustrada con fotos publicadas en la prensa del momento, conformando un mosaico de grandes retos a los que tuvo que enfrentarse la región para consolidarse como Comunidad, muchos de los cuales fueron comunes al resto de la nación: la llegada del «Guernica» a España en 1981, el frustrado golpe de estado del 23-F, el ascenso al gobierno del partido socialista en el 82, unos mundiales de fútbol que ganó Italia ese mismo año, el nacimiento de Arco, la entrada y las protestas anti OTAN, la firma del tratado de adhesión de España a la Comunidad Económica Europea, la fundación del Museo Reina Sofía…

«Madrid: crónica creativa de los 80» es un homenaje al arrollador universo de una capital en plena eclosión de vida, una época fértil, convulsa y llena de ilusión cuya creatividad acabó contagiando al resto del país, contribuyendo con ello de forma decisiva a la configuración de la España actual. Fue esa década mítica que coincide e incluso va más allá de la denominada «Movida», que luego definiremos, si ello fuera posible.

Más de 300 obras procedentes de colecciones privadas y públicas forman esta crónica visual hecha con el trabajo de 80 grandes creadores de la época, entre fotógrafos, pintores, diseñadores gráficos, músicos, etc. La acumulación de rostros y nombres propios genera tanto conocimiento sobre aquella etapa como reconocimiento a sus protagonistas.

En la exposición encontramos material de artistas e ilustradores famosos como Ceesepe y El Hortelano, Miquel Barceló y Eduardo Úrculo, Aurelia Muñoz y Carlos Franco, Alberto Corazón y Pedro García Ramos, Fernando Bellver y Soledad Sevilla, José María Sicilia y Óscar Mariné, Juan Ramón Yuste y Costus, formado por Enrique Naya y Juan Carrero, que revolucionaron la capital con una pintura figurativa plagada de iconos pop, resaltando su mítica exposición «Chochonismo ilustrado».

Se ha incluido además pinturas, dibujos y grabados de artistas como Miguel Ángel Campano, Alfonso Albacete, Carlos Franco, Guillermo Pérez Villalta y Marisa González. También obra de destacados fotógrafos de la época, como Ouka Leele, Alberto García-Alix, Alberto Schommer, Cristina García Rodero, Pablo Pérez Mínguez, Javier Campano, Mariví Ibarrola, Gorka Dúo, Nines Mínguez, Miguel Trillo y mi buen amigo Alejandro Cabrera, un extraordinario fotógrafo de la moda que empezó en los 80 y se ha mantenido en la picota hasta nuestros días.

Pluralidad de una época

En tanta documentación gráfica como se expone encontramos a numerosas personalidades y artistas, como el Nobel Camilo José Cela, el alcalde de la «Movida» Enrique Tierno Galván, Andy Warhol, Alaska, Mecano, Nacha Pop, Luz Casal, Miguel Bosé, Radio Futura, Carlos Saura, José Luis Garci, Fernando Colomo, Pedro Almodóvar, Rossy de Palma, Carmen Maura, Antonio Banderas, Antonio Alvarado, Juana de Aizpuru, Chus Burés, Jesús del Pozo, Sybilla

Además de un personaje incógnito que a mí me fascinaba en aquellos años porque tenía el don de la ubicuidad y era un fantasma al que nadie conocía: «Muelle», Juan Carlos Argüello Garzo, fallecido en 1995 a los 29 años de edad de un cáncer hepático. Muelle había sido baterista del grupo Salida de Emergencia y cuando lo dejó se hizo el grafitero de Madrid por excelencia. Fue a partir de 1985 cuando dejó su impronta personal en los muros de la capital y aledaños y no había lugar público, ya fuera escondido o recóndito, donde no te encontraras con su ya mítica firma, en pequeño formato y sencillo diseño en negro o a tamaño descomunal y en tres dimensiones multicolor. Se le considera el pionero de los grafiteros españoles.

La exposición cuenta con un vídeo realizado por Irene Arzuaga que nos muestra la pluralidad de la televisión de la época: anuncios publicitarios, reportajes de los telediarios, escenas de humor, programas infantiles, series míticas, entrevistas e intervenciones de grupos musicales en una década en la que sólo existían dos canales de la televisión pública y esa singularidad arracimó a todo el mundo frente a la pantalla única y le otorgó un papel de privilegiado testigo de nuestras vidas.

A destacar, en el terreno musical, «Popgrama» (1977), «Aplauso» (1978), «Tocata» (1983), «Caja de ritmos» (1983), «La edad de oro» (1983), de Paloma Chamorro, o «La bola de cristal» (1984), de Lolo Rico, presentado por Alaska, con esos electroduendes que dominaba una bruja moviéndose entre el punk y el glam. Como era un programa políticamente incorrecto, en este momento de cursilería progre sería impensable que se emitiera. Seguramente la autocensura lo impediría.

He echado de menos una mínima alusión a la función primordial de las emisoras de radio, que en aquella época eran un fenómeno de masas y tan importante significado tuvieron entonces a la hora de difundir a grupos y solistas, fomentando al tiempo el gusto por la música en una década que todos estábamos pendientes de los transistores para estar al día de las novedades y conocer los últimos hits, que procurábamos grabar en casetes –si el locutor no nos estropeaba el intento hablando encima– o comprando el sencillo o el elepé de nuestras bandas y cantantes favoritos en las tiendas de discos más conocidas.

De esta etapa de la radio y los vinilos se lo sabe todo mi querido amigo Julio Jesús Tébar, que no participa en la exposición porque no se lo han pedido, pero es una enciclopedia viva de la música pop y director del programa «Plásticos a 45» en Radio La Roda (que lleva emitiéndose desde 1990, primero en Radio Arco Iris), pues ejerció de jovencito disc jockey en distintas emisoras en Albacete y Valencia y en programas musicales como «Los 40 principales».

La «Movida» madrileña

En los 80 nació, se desarrolló y se extinguió el gran icono de Madrid: la «Movida», de tan difícil definición como extraordinaria experiencia para los que la vivimos siendo jóvenes. A ver si acierto a concretar ese sentimiento inspirador, excitante, atractivo y creativo que supuso en todos los sentidos la eclosión de múltiples experiencias que fueron el germen de una generación que irradió a la ciudad y a España entera con su fuerza creativa, nocturna y festiva en un ambiente de absoluta libertad.

Yo creo que la «Movida» comenzó a gestarse de manera espontánea en los locales de moda de Madrid a partir de la muerte de Franco en 1975, cuando pintores, fotógrafos, poetas, literatos y músicos de dispares tendencias y estilos comenzaron a explotar su talento artístico reflejando en sus obras la nueva y efervescente vida capitalina sin miramientos ni precauciones ante la agonizante censura. Ese magma cultural tan creativo, multidisciplinar e independiente fue a la vez la temática de los artistas de la época y la erupción se inició en el año cero de la década, 1980.

Algo que muchos vivimos en escenarios abiertos al público a partir de 1979, en los bares y pubs de Malasaña como el Penta, la Vía Láctea o Escarabeo; en las salas El Sol, Marquee o Rock-Ola, templo sagrado fundado por el productor discográfico, mánager y buen amigo Paco Martín, que fue uno de los auténticos impulsores de la «Movida» y durante 40 años sacó a la luz más de 300 discos importantes y lanzó a montones de grupos al estrellato. En espacios como Rock-Ola tocaron los grupos recién nacidos de la nueva ola musical y otros veteranos y foráneos, como Spandau Ballet, Iggy Pop, Parálisis Permanente, Siniestro Total, Los Secretos y una infinidad de grupos que hicieron mítica la discoteca.

Siempre presumo de haber asistido, a mediados de 1978, en la sala de ensayos de Tablada 25 y gracias al vocalista del grupo y también buen amigo Manolo Campoamor –hoy, artista postmoderno de cotizado caché–, al despegue de Kaka de Luxe, icono de la «nueva ola», reflejo de la «new wave» anglosajona y poco menos que importadores del «punk» británico, probablemente el germen original de todo lo que habría de llegar después, a partir del concierto homenaje al difunto Canito en 1980 en la Escuela de Ingenieros de Caminos, que podemos considerar la cuenta atrás para el despegue de la «Movida» madrileña.

La música, el seísmo

Un pasillo con 50 portadas de discos icónicos de los 80, seleccionadas por Javier Astudillo, marca la sección dedicada a esta disciplina en la exposición del Canal de Isabel II, que fue el seísmo que movió la geografía cultural de la época. Consiste en una galería de fotografías de los más destacados cantantes y grupos de la década, con una breve selección de carteles de conciertos y locales míticos como los ya mencionados.

De las cenizas del ingenio y el sentido del humor de Kaka de Luxe y su punk-pop saldrían algunos de los protagonistas más importantes de aquellos años: Alaska, Ignacio Canut, Carlos Berlanga, Fernando Márquez «El Zurdo» y el propio Manolo Campoamor, que después formarían los Pegamoides, Dinarama y Radio Futura (Campoamor se apeó de esta banda tras bautizarla como Radio Futura y a ella se unió con su guitarra Enrique Sierra); más tarde «El Zurdo» crearía Paraíso y La Mode, representantes, como Radio Futura, del llamado «art-pop».

Junto a ellos, destacan otros artistas del pop rock como Nacha Pop, Los Secretos o Pistones, que se convertirían en tempranos referentes del movimiento gracias al caparazón protector de Paco Martín y a la popularidad que alcanzaron sus primeras y refrescantes grabaciones. Como señala Astudillo sobre la exposición, también tuvo cabida el «tecno-pop» de Aviador Dro o el «ska» de Ejecutivos Agresivos, que duró poco pero proyectó a sus miembros a otras bandas: Jaime Urrutia triunfaría con Gabinete Caligari, Carlos Entrena cantaría en Décima Víctima, Poch creo Derribos Arias y Paco Trinidad, además de tocar con Esclarecidos, ejerció de productor artístico de otras bandas, desde Siniestro Total a Duncan Dhu, pasando por Luz Casal, Hombres G, Los Rebeldes y Los Ronaldos.

Los grupos señeros

La mayoría de estos grupos también pasaron por las manos de Paco Martín, A&R de grandes multinacionales como BMG y Universal, además de gerente de sellos independientes propios que lanzaron a multitud de jóvenes talentos y relanzaron a otros en apuros, como Los Secretos. Loquillo y Trogloditas, Gabinete Caligari, Los Enemigos, Ciudad Jardín, La Unión, La Frontera, Alex & Cristina, Joaquín Sabina o Miguel Ríos triunfaron también en esta época de «Movida» madrileña. El libro de Paco Martín, «Ráfagas», es esclarecedor en este ámbito de la música patria y la guía fundamental para conocer de primera mano lo que se vivió en aquellos años de esplendor del benemérito cosmos musical.

Igualmente, me parece relevante el libro «Inoxidable», de Fernando Galicia Poblet, del departamento de análisis musical de la Sgae, que abarca la historia del «heavy metal» en España desde 1978 a 1985, porque en la «Movida» tuvo cabida y fue otro pilar fundamental el rock y el heavy metal, de larga trayectoria anterior durante los 70, agitado por bandas como Obús, Barón Rojo, Ñu, Coz, Leño, Cucharada, Topo, Asfalto, Burning, Barricada, Siniestro Total, etc., que tuvieron en estadios como el Moscardó, el Rayo, el Manzanares, el campo del Gas y en la sala Canciller su olimpo de los dioses, y siguieron triunfando en los años 80 y aún después, algunos hasta nuestros días y con clara vigencia futura.

Sin olvidar a artistas que en aquellos años se alzaron al estrellato en estilos como el rock andaluz, con Triana y Medina Azahara, o el flamenco, con Camarón, Ketama, Kiko Veneno, Pata Negra, Ray Heredia, Tomatito, Martirio, José el Francés, Miguel Poveda, Potito y Pepe Habichula, que lideraron la renovación del flamenco a impulsos del sello discográfico «Nuevos Medios», propiedad del productor y gran fotógrafo Mario Pacheco, mi adorado amigo y compañero de los tiempos iniciáticos del periodismo en la revista «Carreteras», fallecido en 2010.

Aquel movimiento fecundó un ecosistema creativo en el que las diferentes disciplinas artísticas -además de la música– se imbricaron en un totum revolutum que surgiendo desde los barrios (Malasaña, La Latina, etc…) y lo popular, desde el panorama underground y la escena clandestina, llegó a convertirse en seña de identidad madrileña.

Epicentro del arte

La «Movida» queda reflejada muy bien en esta exposición en dos fotomurales de Manuel Trillo que dan cuenta de las tribus urbanas que poblaban el Madrid de los 80: los mods, los rockers, los heavies, los punks, los hiphop, los nuevos románticos y los pijos de Pachá. Con la «Movida», Madrid respiraba un aire de entusiasmo y era punto de encuentro de toda una nueva generación de creadores a los que se unieron artistas de generaciones anteriores como Antonio López, Eduardo Arroyo y Juan Hidalgo.

Estas obras están acompañadas de carteles, catálogos, fotografías y portadas de revistas como «Madrid me mata», «El Víbora» o «La Luna de Madrid», y de muestras de algunos de los hechos más relevantes del arte de los 80: desde la primera edición de la feria ARCO a las exposiciones más icónicas, como “Madriz, Madriz, Madriz” o la primera muestra de Andy Warhol en España, traída por el galerista Fernando Vijande, titulada «Pistolas, Cuchillos y Cruces», inaugurada por el artista norteamericano en enero de 1983, que recuerdo fue todo un acontecimiento. Vijande repitió en 1984 con Robert Mapplethorpe, cuya exposición retrospectiva fue acogida con enorme éxito, mientras que en Estados Unidos había sido clausurada por escandalosa.

El mundo de la fotografía

Por ser aficionado a la fotografía desde siempre, desde que mi padre compró a mediados de los 70 una Yashica de foco fijo y me fui al Jarama a las carreras a estrenarla, tras realizar a medias un curso por correspondencia de CCC, este apartado de la exposición me ha sido especialmente atractivo. El espacio central de la sala principal del edificio, a través de dos paneles curvos, expone 60 imágenes de los principales movimientos fotográficos que coincidieron en el Madrid de los 80, incluida una galería de retratos de artistas y agentes culturales inmortalizados por fotógrafos señeros de la época, que dieron forma además a las revistas «Nueva Lente» y «PhotoVision». Todos desarrollaron su trabajo de fotografía creativa y documentalismo con un espíritu conectado a la «Movida» madrileña.

Los más sobresalientes de la «Quinta generación» (llamada así porque todos habían nacido en los 50), fueron Joan Fontcuberta, Cristóbal Hara, Cristina García Rodero, Manolo Laguillo, Luis Pérez Mínguez, Rafael Navarro, Juan Ramón Yuste, Javier Vallhonrat, Eduardo Momeñe, Miguel Oriola y mi querido y admirado Mario Pacheco. A estos autores se sumarían en esta década una nueva ola de creadores que iniciaron su trayectoria en los 80: Ouka Leele, Ciuco Gutiérrez, Alberto García-Alix, Miguel Trillo, Marivi Ibarrola y Gorka de Dúo.

Igualmente, dentro de la línea conceptual y creativa, en los albores de los años 80 los fotógrafos Julio Álvarez Yagüe y Manuel Sonseca fueron los impulsores del Colectivo 28, al que se unieron Ángel Arévalo, Antonio Beas, Evaristo Delgado, José María Díaz-Maroto, Jorge Moreda, Pilar Pequeña, José Puga, Rafael Ramírez, Rafael Roa, José Santos Mingot, Ángel Sanz y Jesús R. Velasco.

En el extremo opuesto a este tipo de fotografía, la tendencia documental, de enorme auge a finales de los 70, seguiría recolectando sus frutos, a pesar de ser eclipsados sus autores por las nuevas corrientes. Koldo Chamorro, Cristina García Rodero, Cristóbal Hara, Fernando Herráenz o Ramón Zabalza, entre otros, nunca quisieron renunciar a lo real y a dirigir su mirada a los paisajes, ritos y tradiciones de la España rural que parecía iba a ser engullida por la modernización.

Una época de luces

Podría añadir más cosas que se señalan en la muestra del Canal de Isabel II referidas a la publicidad, el cine, la moda, la literatura, etc., pero con este aperitivo «denso» centrado en lo musical, lo artístico y lo fotográfico, pues fueron, a mi modo de ver, la música, la ilustración y la fotografía las disciplinas que mejor definieron este movimiento cultural, espero haber despertado el interés sobre esta más que recomendable exposición, cuya visita gratuita puede ser guiada por un experto si se solicita previamente.

Merece la pena, tanto para nostálgicos que vivieron esa década memorable como para jóvenes documentados que se conforman –no les queda otra por mucho que desearan haber estado allí– con ser espectadores de estas reliquias y tratar de aproximarse a la iconografía de la generación de los 80 a través de los elementos clave de aquellos dichosos años: fotos, pinturas, periódicos, revistas, carteles, fanzines, portadas de discos, anuncios y clips de televisión.

En definitiva, la década de los años 80, una época de luces –con sus inevitables sombras– como no ha habido otra igual en los treinta años que nos separan de ella.

Fotografías y texto: Primitivo Fajardo.