“We Are the World”: 40 años del himno que unió a las estrellas (y al mundo)

Se cumplen 40 años de aquel fenómeno que, lejos de ser una simple canción, se convirtió en una llamada solidaria a la humanidad.

A lo largo de la historia, la música ha servido como refugio, protesta y celebración. Pero pocas veces ha sido también un acto de unión sin precedentes como lo fue «We Are the World». Este 2025 se cumplen 40 años de aquel fenómeno que, más que una canción, fue una llamada a la humanidad.

Un continente en crisis, una industria con corazón

En 1984, espectadores de todo el mundo presenciaron atónitos las terribles imágenes de la hambruna que azotaba a Etiopía. La cadena de televisión BBC emitía el primer reportaje de una catástrofe humanitaria sin precedentes provocada por la sequía, conflictos internos, políticas ineficaces y una guerra civil que había acabado con la vida de un millón de personas, situando a otros diez millones en riesgo de muerte por la escasez de alimentos.

Impactados por la gravedad de la situación, en Reino Unido, Bob Geldof y Midge Ure reaccionaron con «Do They Know It’s Christmas?», la canción solidaria grabada junto a otros 40 artistas británicos bajo la denominación común de Band Aid. Pocos meses después, el éxito del proyecto fue decisivo para empezar a dar forma a Live Aid, el ambicioso macroconcierto organizado de forma simultánea en el Estadio Wembley de Londres y en el John F. Kennedy Stadium de Filadelfia un histórico 13 de julio de 1985.

Pero al otro lado del Atlántico, en Estados Unidos, el músico, actor y activista social Harry Belafonte quiso ir todavía más allá.

La intención no sólo era recaudar fondos, sino crear un símbolo de solidaridad. Por ello, propuso un evento musical con artistas afroamericanos, pero la iniciativa creció y se transformó en algo mucho mayor: una canción universal interpretada por las voces más famosas del pop, rock, soul y country estadounidense de aquel momento. 

La pareja creativa: Lionel Richie y Michael Jackson

Con Quincy Jones como productor y Ken Kragen organizándolo todo entre bastidores, se necesitaba una composición que emocionara y uniera. Lionel Richie y Michael Jackson fueron los elegidos para darle forma. Durante semanas, trabajaron en la letra y la música. Michael se encerró en el estudio con su teclado, mientras Lionel pulía los versos.

Jackson escribió buena parte del tema en solitario, incluyendo el estribillo. Cuando lo cantó por primera vez ante Quincy, el productor exclamó entusiasmado: “¡Eso es! Ya tenemos el alma de la canción”.

La noche del 28 de enero de 1985: cuando los gigantes se alinearon

La cita fue casi secreta. Se pidió a los artistas que mantuvieran silencio para evitar una estampida mediática. Así, tras la gala de los American Music Awards, más de 40 grandes estrellas se dirigieron al Estudio A de A&M Records en Hollywood, donde les esperaría una jornada maratoniana.

En la entrada, un cartel icónico colgado por Quincy Jones rezaba: “Check your ego at the door” (Deja tu ego en la puerta). Más que una simple frase, era un recordatorio. En aquel estudio, nadie era más que nadie.

Una sesión irrepetible: voces, nervios y magia

La sesión comenzó pasadas las 10 de la noche. Los artistas fueron llegando poco a poco. Algunos ya se conocían; otros, no se habían visto nunca. Michael Jackson llegó temprano y tímido, vistiendo su inseparable chaqueta negra y gafas oscuras. Se mantenía en un rincón, acompañado de su asistente y de su famoso chimpancé Bubbles, que no entró al estudio, pero estuvo en los alrededores.

Diana Ross y Smokey Robinson fueron de los más efusivos. Se abrazaron como viejos amigos. Diana, emocionada, iba saludando a todos aquellos con los que se encontraba. Stevie Wonder llegó haciendo bromas. “¿Dónde está la comida?”, preguntó nada más entrar para romper el hielo.

La intervención de Ray Charles fue uno de los momentos más emocionantes. Cuando cantó su parte del estribillo, todos quedaron en silencio. Algunos artistas lloraron. Su voz, profunda y eterna, parecía contener el alma de la canción.

Cyndi Lauper, siempre excéntrica, apareció con toneladas de collares que hacían ruido en cada toma. Quincy tuvo que pedirle amablemente que se los quitara para poder grabar sin interferencias. Ella accedió entre risas, aunque refunfuñó: “Esto no pasa en mis vídeos”.

Bob Dylan fue el más incómodo. Murmuraba su parte sin encontrar el tono. Jones pidió ayuda a Stevie Wonder, que le imitó de forma caricaturesca. Todos rieron, incluso el propio Dylan, que finalmente se soltó y grabó una toma fantástica.

En los descansos, Springsteen y Wonder aprovechaban para improvisar al piano temas clásicos de Ray Charles y Marvin Gaye. Fue un momento íntimo, fuera de cámaras, que los presentes siguen recordando como pura magia.

Diana Ross y Michael Jackson se mantuvieron muy cerca durante toda la noche. Al grabar el último estribillo, Diana se abrazó a Michael llorando en un gesto genuino de emoción compartida.

Huey Lewis, aún sorprendido de estar ahí, confesó haber pensado que su participación se debía a un error. “¿Yo? ¿En lugar de Mick Jagger o Madonna?”, pensó. Pero su parte quedó impecable.

Y en el centro de todo este despliegue, Quincy Jones, coordinando la sesión como un director de orquesta emocional. Tranquilo, paciente y preciso. Su verdadera hazaña fue mantener la armonía en un estudio lleno de estrellas. “Nos trató a todos como iguales”, diría después Lionel Richie.

Durante la noche, se sirvió comida sencilla: sándwiches, ensaladas y café. No había lujos ni exigencias de estrellas. Todos estaban allí por la misma razón y permanecían centrados en un objetivo común.

El cansancio empezaba a notarse a medida que avanzaba la noche. Los descansos se hacían cada vez más frecuentes, pero las conversaciones en las pausas seguían girando en torno a la importancia de lo que allí estaba ocurriendo.

A las 4 de la mañana, todos cantaron juntos el estribillo final. La energía era tan intensa que nadie quería marcharse. Billy Joel lo resumió así: “No sé si servirá para salvar el mundo, pero esta noche me ha hecho creer que puede hacerse”. Las voces más icónicas de la música se habían unido en un solo grito de esperanza y unidad. La emoción era tan intensa que algunos tenían lágrimas en los ojos. Era un momento trascendental, la culminación de horas de trabajo y la materialización de un sueño compartido por una buena causa.

La foto y el vídeo: un documento para la historia

Aprovechando que todos los artistas se habían agrupado para cantar el estribillo final, se captó la famosa imagen de la carátula del disco. Y ahí estaban. Decenas de leyendas hombro con hombro, mirando hacia el mismo micrófono, como si realmente fueran una sola voz. 

Cuando el vídeo fue emitido por primera vez en la televisión nacional el 10 de marzo de 1985, muchos espectadores rompieron a llorar. No sólo por la canción, sino por lo que representaba: una muestra de lo que la industria musical era capaz de lograr cuando dejaba de lado el negocio para centrarse en la ayuda y el compañerismo.

La compleja postproducción

La grabación de esa noche había dejado decenas de pistas vocales independientes. Cada artista había registrado varias tomas de su parte solista, además de múltiples capas de coros para el estribillo. No había retoques automáticos de afinación ni herramientas digitales de edición como hoy; todo debía ensamblarse manualmente, pista por pista, escucha tras escucha.

Quincy Jones y el ingeniero de sonido Humberto Gatica se encerraron en el estudio durante varias jornadas intensivas. Tenían que seleccionar las mejores interpretaciones de cada cantante, equilibrar los volúmenes, y, sobre todo, hacer que cada voz brillara sin eclipsar a las demás.

En algunos casos, se ensamblaron frases de diferentes tomas: medio verso de una grabación y el remate de otra, cortadas y unidas de manera casi artesanal, cuidando que el flujo emocional no se rompiera. Sin embargo, uno de los mayores retos fue montar el enorme coro final. Más de 40 voces grabadas en distintas pistas, cada una con su timbre, su dinámica, su fuerza particular. 

La primera mezcla fue enviada a todos los artistas para su aprobación. No hubo ni una sola queja. Todos sabían que lo que habían logrado juntos no necesitaba más retoques: era auténtico, era poderoso, era real.

Finalmente, el disco llegó a las tiendas de Estados Unidos el 7 de marzo de 1985, iniciando su carrera meteórica hacia el número uno en las listas de éxitos. 

 

Cifras récord para una causa solidaria

  • Más de 20 millones de copias vendidas (800.000 sólo en su primera semana).

  • Número 1 en más de 25 países.

  • Recaudación de más de 63 millones de dólares, destinados a organizaciones humanitarias en África y EE.UU.

  • Cuatro premios Grammy: Canción del Año, Grabación del Año, Mejor Interpretación Pop de Dúo o Grupo y Mejor Video Musical.

Además, fue el primer sencillo en recibir un Disco de Oro, Platino y Multiplatino simultáneamente en EE.UU. Y lo más importante: inspiró a toda una generación.

Los nombres

VOCES SOLISTAS (por orden de aparición): Lionel Richie, Stevie Wonder, Paul Simon, Kenny Rogers, James Ingram, Tina Turner, Billy Joel, Michael Jackson, Diana Ross, Dionne Warwick, Willie Nelson, Al Jarreau, Bruce Springsteen, Kenny Loggins, Steve Perry (Journey), Daryl Hall (Hall & Oates), Huey Lewis, Cyndi Lauper, Kim Carnes, Bob Dylan y Ray Charles.

CORO PRINCIPAL (USA for Africa All Stars): Dan Aykroyd, Harry Belafonte, Lindsey Buckingham (Fleetwood Mac), Sheila E., Bob Geldof, Jackie Jackson, La Toya Jackson, Marlon Jackson, Randy Jackson, Tito Jackson, Waylon Jennings, Bette Midler, John Oates (Hall & Oates), Jeffrey Osborne y Smokey Robinson.

PRODUCCIÓN Y DIRECCIÓN MUSICAL: Quincy Jones (Productor musical y director), Michael Jackson y Lionel Richie (Compositores), Michael Omartian (Teclados y arreglos), Tom Bahler (Coordinador vocal)Ken Kragen (Productor ejecutivo).

¿Y Prince? ¿Y Madonna?

Muchos preguntaron extrañados por qué sus nombres no aparecían en el proyecto. Prince fue invitado, pero declinó participar alegando razones personales, aunque más tarde donó una canción suya, «4 The Tears in Your Eyes», para el álbum completo We Are the World – USA for Africa. En cuanto a Madonna, no fue invitada. En ese momento, aún era vista como una figura emergente, no como la superestrella en la que se convertiría meses después.

El legado de una noche mágica

«We Are the World» no cambió el mundo, pero sí logró cambiar algo en quienes la hicieron y la escucharon. Mostró que las diferencias, los egos y la competitividad pueden quedar en un segundo plano cuando se trata de ayudar y unirse ante una buena causa.

En 2010 se intentó repetir la idea con una versión moderna destinada a recaudar fondos para los afectados por el terremoto de Haití. Aunque la grabación resultó emotiva, no tuvo el mismo impacto. Lo que ocurrió en 1985 jamás podrá igualarse: fue la primera vez, fue genuino y fue algo histórico.

Ahora, 40 años después de aquel canto coral, aún resuena en nuestra mente aquella frase tan sencilla y poderosa:

“We are the world, we are the children…”.