La Guerra del Volumen. ¿Más fuerte suena mejor?

Los productores y estudios tienden a masterizar grabaciones con un volumen cada vez más elevado, rompiendo el rango dinámico.

¿Alguna vez te has preguntado por qué algunos discos suenan más alto que otros, aunque no modifiques el nivel? Se trata de la famosa y polémica Guerra del Volumen (Loudness War), una batalla silenciosa pero intensa que lleva décadas librándose en el mundo de la música e intentaremos analizar en esta ocasión, de la forma más clara y sencilla, en Plásticos a 45.

¿Qué es la guerra del volumen?

La guerra del volumen es la tendencia de productores y estudios discográficos a masterizar grabaciones musicales con un volumen cada vez más elevado. ¿Por qué? Porque durante años se creyó que, si una canción sonaba más fuerte, destacaría más y engancharía mejor al oyente. Este fenómeno se intensificó en la era del CD, donde los ingenieros empezaron a comprimir el rango dinámico de las canciones, sacrificando matices y sutilezas a cambio de volumen.

Hagamos un poco de historia. ¿Cuándo comenzó la batalla?

Aunque la compresión y la maximización del volumen existen desde los tiempos del vinilo, la «guerra» se intensificó en los años 90. Álbumes como Californication (1999) de Red Hot Chili Peppers y Death Magnetic (2008) de Metallica son infames por su sonido excesivamente comprimido. Los fans se quejaron de que estas grabaciones sonaban «distorsionadas» y agotadoras para el oído. Curiosamente, la versión de Death Magnetic para el videojuego Guitar Hero tenía mejor calidad de sonido porque estaba menos comprimida.

Otro caso notable es Be Here Now (1997) de Oasis, donde la producción extremadamente alta fue vista como una declaración de poder en la época del Britpop. Incluso álbumes de artistas pop como FutureSex/LoveSounds (2006) de Justin Timberlake sufrieron de esta tendencia.

¿Qué se pierde en esta guerra?

Cuando se incrementa el volumen general de una pista, se recurre a la compresión para evitar la distorsión. Esto reduce el rango dinámico: los pasajes suaves y sutiles se elevan, y los momentos fuertes se reducen, haciendo que todo suene igual. ¿El resultado? Una música que puede sonar plana, sin contrastes, y que, paradójicamente, cansa más al oyente.

El cerebro y el volumen. ¿Por qué preferimos lo más alto?

Aquí entra en juego la psicología. Nuestro cerebro tiende a percibir la música que suena más fuerte como más «mejorada», con más graves y mayor claridad. Sin embargo, esta preferencia resulta completamente equivocada. Diversos estudios han demostrado que la fatiga auditiva se incrementa cuando escuchamos música excesivamente comprimida, lo que hace que perdamos el interés más rápido que con cualquier otra obra de mayor rango dinámico.

Un dato curioso: la industria del marketing aprovechó este fenómeno. Los jingles publicitarios y canciones en anuncios se masterizaban con un volumen más alto para captar la atención inmediata del público.

La resistencia y el futuro del sonido

Pero no todo está perdido. En los últimos años, gracias a plataformas como Spotify, que normalizan el volumen de reproducción, la tendencia ha perdido fuerza. Los ingenieros de sonido y productores están volviendo a abrazar el rango dinámico. Un buen ejemplo es el álbum Random Access Memories (2013) de Daft Punk, elogiado por su sonido espacioso y natural.

Además, distintas iniciativas actuales se encuentran defendiendo las producciones con mayor rango dinámico, instando a artistas y sellos a priorizar la calidad del sonido sobre el volumen.

La mejor calidad de sonido del disco de vinilo

Como ya explicamos en nuestro artículo «Larga vida al disco de vinilo», las canciones grabadas en este formato suenan mucho mejor que sus versiones en CD o en streaming. Parte del misterio se encuentra en la masterización. Muchos vinilos se masterizan a partir de mezclas menos comprimidas, ofreciendo un sonido más rico y natural. ¿Es el vinilo la respuesta a la guerra del volumen? Tal vez no, pero sí nos recuerda que a veces, menos volumen es más calidad.

Impacto en géneros musicales

Curiosamente, no todos los géneros musicales sufren igual la batalla del volumen. El jazz y la música clásica, por ejemplo, han resistido la tendencia preservando sus dinámicas naturales. En cambio, el pop, el rock y el hip-hop siguen siendo campos de batalla clave, donde el volumen se convierte en un arma competitiva entre productores y artistas.

Conclusión: ¿ganamos o perdemos?

La guerra del volumen nos deja una lección: más alto no siempre es mejor. En un mundo donde el sonido está a un clic de distancia, quizás la verdadera revolución esté en recuperar el placer de escuchar matices, silencios y contrastes. Después de todo, la música también se disfruta en los susurros, no sólo en los gritos.

Así que, la próxima vez que prepares tu música favorita y pulses «play», detente un momento, cierra los ojos y pregúntate: ¿quiero que suene más fuerte o quiero que suene mejor?